Comunicación y reflexión. Entrevista con el Fr. Jorge Enrique Mújica, LC

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Fr. Jorge Enrique Mújica, LC
Fr. Jorge Enrique Mújica, LC

Disponibile anche in lingua italiana. Fr. Jorge Enrique Mújica, LC, es un religioso de votos perpetuos de la congregación de los Legionarios de Cristo. Ha sido coordinador de la sección española de la oficina de prensa del Centro de Estudios Superiores, en Roma, donde también fue profesor. Tiene estudios en lenguas clásicas y humanidades. Es autor del blog Actualidad y Análisis, periodista acreditado, analista en temas de comunicación institucional y internet-fe, infoeticista y miembro del grupo de investigación Biomedi@ de la facultad de bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, colaborador ocasional en varios programas de radio. Actualmente estudia teología en Roma.

Ciberlegionario, webpastor, apóstol 2.0, capellán digital, catho-geek, respondió algunas preguntas sobre la Iglesia, la comunicación y también el silencio y el nuevo yihadismo digital. A Fr. Mújica va mi cordial agradecimiento por haberme dedicado parte de su tiempo.

Recientemente el Pontífice ha vuelto a revalorar la importancia de la homilética. ¿La comunicación es adecuadamente valorada en el proceso formativo del clero?

Aunque hecha pública a inicios de enero de 2015, el año pasado la Congregación para el culto divino y disciplina de los sacramentos terminó el así llamado Directorio Homilético, un documento que ofrece orientaciones prácticas a los sacerdotes y a quienes se preparan a serlo de manera que puedan ofrecer el servicio de una buena predicación desde el púlpito. Es verdad que Papa Francisco ha acentuado más explícitamente la necesidad de una formación en el campo de la homilética: basta recordar el amplísimo apartado dedicado a ello en la Evangelii Gaudium y también el encuentro anual de 2015 con el clero de la diócesis de Roma que giraba precisamente en torno al arte de la predicación. He mencionado el Directorio Homilético porque se trata de una respuesta a una necesidad evidenciada en la Iglesia: una mejor predicación. Un análisis del Centro para la Investigación Aplicada en el Apostolado (CARA, por sus siglas en inglés), de la Universidad de Georgetown, reveló que el 63% de las personas que van a misa toman en cuenta la calidad de las homilías para decidir a dónde ir a la celebración eucarística. Para ese elevado porcentaje de personas la calidad de la homilía es más importante que la música e incluso que el sentido de comunidad experimentado.

El Directorio Homilético refleja, por tanto, una valoración positiva de la homilía como ámbito de comunicación de la fe pero también el realismo de que no en todos los lugares los predicadores logran comunicar esa fe adecuadamente. Por lo que puedo observar, estas constataciones están presentes en las casas de formación y seminarios. A veces como cursos complementarios (de oratoria, retórica o explícitamente de homilética) y otras como prescritos. Pero más importante de lo que se puede ofrecer es el interés no sólo por aprovechar sino por ahondar más en la materia. ¿De qué sirve tener unas pautas “oficiales” de la Iglesia para predicar adecuadamente si nadie las conoce o, conociéndolas, no las pone en práctica? En definitiva creo que se trata de una toma de conciencia por parte de aquellos a quienes les compete este ministerio.

Se habla también del papel de la mujer en la Iglesia. ¿Hay una diferencia entre los hombres y las mujeres respecto a la gestión de la comunicación?

La comunicación es una realidad muy amplia que, aplicada a la Iglesia, supone considerar los específicamente propio de ella como lo que en cuanto institución es común con otras. Hecha esta distinción podemos considerar dos realidades: la comunicación de la fe y la comunicación institucional de la Iglesia. Dentro de la primera estaría la homilía (que está reservada al ministro ordenado) pero también están, por ejemplo, la catequesis, en la que muchas mujeres están activamente empeñadas. Esta primera forma de comunicación dice relación con un oficio que se ejerce en función de ser parte de ella y bajo la autoridad del obispo. En el ámbito de la comunicación institucional tanto el rol del hombre como de la mujer son de importancia vital visto que se precisan competencias profesionales que no siempre tienen los sacerdotes.

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Yendo al núcleo de su pregunta me parece que en los ámbitos donde la mujer colabora, porque los hay, la mujer aporta una sensibilidad especial y una manera de ver la comunicación “con ojos de mujer”. Profesionalmente podríamos decir que tal vez eso no siempre se va a notar en el resultado final de la comunicación, lo comunicado en cuanto mensaje transmitido, pero sí en los modos de hacerlo que son, no pocas veces, los que logran que el mensaje sea acogido.

Para que esto no quede en algo abstracto puedo decirle que muchas mujeres son directoras de las oficinas de comunicación, portavoces o jefas de prensa en diócesis, conferencias episcopales e incluso congregaciones religiosas masculinas. Como sabrá, actualmente está en curso un estudio para reestructura los medios de comunicación del Vaticano y en la comisión hay al menos una mujer, la doctora Leticia Soberón.

El inicio de la Cuaresma, además de los ejercicios espirituales del Papa y de la curia, nos abre al desierto, considerado como lugar de silencio por antonomasia y, sin embargo, históricamente fecundo de encuentros e intercambios culturales. De igual manera, realidad insospechada, los monasterios de clausura se revelan siempre como lugares de grande producción comunicativa. ¿El silencio tiene un papel en la comunicación?

Esta pregunta me parece muy interesante por lo siguiente: estudiando teología espiritual me encontré con un detalle aparentemente periférico. A lo largo de los siglos ha habido una ingente producción literaria que nacía en conventos y monasterios. No me refiero simplemente a la reproducción de textos antiguos sino propiamente a obras originales que incluso en nuestros días siguen siendo materia de reflexión y crecimiento espiritual. Hay quien ha dicho que en la era digital se escribe mucho más que antes, que Internet ha supuesto, tal vez sin pretenderlo, un aliciente para contrarrestar el analfabetismo. Y todo eso es verdad pero sólo en parte. Es cierto que se escribe mucho pero, ¿la calidad de lo escrito es para conservarse en un museo o darle un valor perenne? Un post no es igual a un libro fruto de la reflexión sistemática. Ahora se escribe más pero también, desde un punto de vista sintáctico, ortográfico y gramatical, pésimamente.

Más allá de elementos formales, muchas veces la comunicación queda limitada a lo que uno transmite y comunica, olvidando que la dinámica de la comunicación precisa no sólo de un transmisor sino también de un receptor y un mensaje. Me parece que el silencio como ambiente de reflexión posibilita no sólo una mejor comunicación en cuanto nos capacita a saber escuchar al otro sino también como lugar de crecimiento y maduración de las ideas a comunicar. Y no hay mayor grandeza en la comunicación que saber lo que se quiere comunicar como resultado de una ponderada reflexión.

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Que los conventos y monasterios hayan sido fuentes de producción comunicativa se debe, sin duda, no sólo a un mero silencio formal sino a un “silencio dialógico”, es decir, a un silencio que se convertía en ambiente de diálogo con Dios. Resulta comprensible que habiendo hablado con Dios, madurado el mensaje, quisieran luego compartirlo. Y como esa dinámica era un hábito podemos comprender también que la producción de las personas que habitaban esos lugares fuese tan abundante.

Las regiones asiáticas y africanas están asumiendo un papel siempre más importante al interior de la Iglesia universal. ¿Son protagonistas también en la comunicación o son influidas por las de matriz europea?

Su afirmación inicial es verdadera: la Iglesia crece en Asia y África y eso tiene consecuencias en todo el conjunto. No se puede actuar como Iglesia sin mirar a esos continentes. Sin embargo, el crecimiento numérico de la Iglesia no se corresponde con el crecimiento económico en esas áreas geográficas (salvo algunas excepciones como Corea del Sur, Taiwán o Angola). Ciertamente lo eclesial y lo económico son dos ámbitos diversos pero que se relacionan. De esa relación podemos extraer consecuencias prácticas para el área de la comunicación: teniendo preocupaciones un poco más urgente (pensemos por ejemplo en el hambre, las persecuciones por parte de terroristas islámicos, el ébola, el SIDA, etc.) es comprensible que los pocos recursos a disposición que tiene la Iglesia se empleen para cubrir las necesidades más importantes.

Sin embargo, también es verdad que la Iglesia en África y Asia ha ido dando buenos pasos: además de constituir sus propias oficinas de comunicación, poner on line sus propias web diocesanas o de Conferencias Episcopales, han sabido trabajar mejor un aspecto de la comunicación como lo es el trabajo en equipo. Este trabajo en equipo queda reflejado en la suma de esfuerzos comunes ya no sólo entre diócesis cercanas sino incluso entre conferencias episcopales de esos mismos continentes e incluso de otros. Esto reduce costos, aprovecha mejor los recursos humanos y brinda un trabajo coordinado en que también las diócesis más pequeñas y pobres se benefician del trabajo de todos.

Muchas de esas ayudas económicas vienen de Europa o de Norteamérica, es cierto. En este sentido es verdad que puede haber cierta influencia pero no me parece que sea algo propio de la Iglesia sino, en general, del sector comunicación que mira a Europa y Estados Unidos como líderes en este ámbito y consecuentemente le imita. Pienso que aquí está el reto de la inculturación de los modelos de comunicación que se importan. Se trata por tanto de un desafió que de por sí no es algo negativo.

¿Cómo ve el futuro comunicativo de la Iglesia? ¿El Pontificado de Francisco representa un punto de cambio en la comunicación de los papas o el suyo es un estilo reconducible solamente a la personalidad propia de Francisco?

Quiero responder esta pregunta con un dato de hecho: la personalidad de Jorge Mario Bergoglio tiene casi 80 años de “gestación”. Siendo la comunicación, nuestro modo de relacionarnos, una parte de nuestra personalidad, es comprensible que el modo de ser de un hombre latinoamericano sea distinta a la de un polaco, un alemán o un italiano. Eso de por sí no es bueno ni malo, es una constatación. Por lo que dicen las encuestas parece que ese modo de ser suscita más empatía y esto queda reflejado en la valoración del Papa actual que es masivamente popular y positiva. Por otra parte, tal vez sin quererlo, Papa Francisco entra en la dinámica de la web 2.0 caracterizada por la interacción, por la visibilización de lo que hace, por el anuncio como vivencia más que mera exhortación, frases cortas y al corazón, etc. Es un estilo diverso y las redes sociales, que no existían en los pontificados anteriores o apenas estaban dando sus primeros pasos, han facilitado que las personas ofrezcan su propia experiencia del Papa.

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Ciertamente un Papa “espontáneo” como es el caso de Francisco supone un reto de gestión para la comunicación institucional. Recuerdo haber preguntado al P. Federico Lombardi si no ofrecía algún consejo u orientación al Papa de cara a un mejor trabajo de la oficina de prensa de la Santa Sede visto que muchas veces parece ser el ente que se ocupa de ofrecer aclaraciones de actos privados y a veces mal comprendidos del Papa. Me dijo que él estaba al servicio del Papa y no viceversa. Esto me ha hecho pensar que el futuro comunicativo de la Iglesia pasa no por adaptarla a los esquemas de lo prescrito sino a aprender a comunicar en la dinámica del acompañamiento de todos los actos comunicativos. Y para esto no hay recetas aunque sí principios generales que guían la acción.

Al Papa Francisco le ha correspondido dar este salto en el modo de comunicación de la Iglesia que me parece no quedar reducido a su propia personalidad, si bien ésta le ha ayudado. Por otro lado, los pontífices precedentes, cada uno a su modo, ha dado un salto cualitativo que, de no haberse dado, tal vez no tendríamos un Papa Francisco.

Una breve mirada fuera de la Iglesia. ¿Le sorprende la atención prestada a la comunicación por parte de grupos que se dicen empeñados en la Jihad? Pienso por ejemplo al Isis. ¿Es una novedad?

He podido leer varios análisis acerca del uso de internet por parte de grupos jihadistas tanto para la captación de adeptos como para la difusión de sus ideas. Desde un punto de vista meramente comunicativo debe reconocerse que algo han hecho bien visto que han logrado convencer y enrolar en sus filas a jóvenes europeos, norteamericanos y de otras áreas distintas a donde actualmente se encuentra difundido el ISIS. Comencé a ver el video donde queman al piloto jordano dentro de la jaula (no logré terminar de verlo por el impacto que me causó) y he tenido referencias en torno a lo bien trabajados que están esos materiales. No son productos mal elaborados, siguen secuencias con planos bien tomados, casi siguiendo un guión. Y debemos reconocer que no estábamos acostumbrados a pensar en terrorismo islámico de la mano de internet: en terrorismo 2.0 o yihadismo digital. Ahora sucede. Y me parece una consecuencia comprensible: los terroristas se valen de los recursos y posibilidades de internet y esto implica que los conocen, los sabe aprovechar y, sobre todo, conoce al auditorio al que se dirigen, de ahí que pueda captar personas afines. Por otra parte sus videos suscitan el sentimiento que parecen buscar despertar: el rechazo, la condena pero también el miedo. Por todo esto pienso que sí se trata de una novedad pero de una novedad previsible visto el contexto digital en que está inmerso el mundo.

© Reproducción reservada.

En la foto: Papa Francisco, Plaza de San Pedro.

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